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EDUCAR EL DESEO

El deseo debe ir de la mano de la inteligencia y de la voluntad

Si quieres saber quién soy, no me preguntes dónde vivo, qué me gusta comer, o cómo me divierto; pregúntame qué deseo con todas mis fuerzas y entonces conocerás mi corazón y me conocerás a mí.

El mundo de los deseos suele ser un terreno poco explorado y, sin embargo, es un camino para el conocimiento propio y para la educación de los sentimientos.

El deseo encierra una fuerza increíble que supera la fuerza de voluntad. Con la fuerza de voluntad se logran objetivos, pero la fuerza del deseo es lo que nos hace alcanzar nuestros amores.

Cumplir objetivos no da la felicidad -algo más que evidente-. La felicidad tiene que ver con el amor, y el amor se desea y se busca como un náufrago que toca tierra y reconoce que era eso lo que tanto tiempo estaba buscando.

No todos los deseos son iguales porque no todos producen las mismas satisfacciones.  Hay cosas que prometen mucho y dan poco. Hay satisfacciones que nos hacen más generosos, más alegres, más capaces de amar y otras dejan decepción y vacío. Educar el deseo es dirigirlo hacia las alegrías verdaderas.

EDUCAR EL DESEO

La decepción es una escuela de educación del deseo, porque nos enseña la diferencia entre la realidad que vale la pena y la que no. Después de una decepción es muy interesante reflexionar aunque se nos haya roto el corazón.

En nuestro mundo, a quien se le rompe el ordenador llama al técnico; pero ¿y si es el corazón el que se rompe?

La Literatura con mayúscula ha sabido educar como nadie el corazón humano. Hemos aprendido de la mano de Austen a descifrar sentimientos,  nos deslumbramos  ante el Primer amor de Turgueniev, y asistimos al drama de la conciencia de Anna Karenina después de unos deseos inadecuados. Nadie como madame Bovary nos ha hecho sentir el aburrimiento y la pasión a partes iguales o como Delibes disfrutar del amor madurado de su señora de rojo. Y ¿quien no ha dejado de ser analfabeto afectivo leyendo a Shakespeare?

Los grandes maestros han hablado de los deseos del corazón como de unos universales que compartimos todos los seres humanos.

Desear bien y desear lo bueno es todo un arte. ¿Y que conviene desear para alcanzar la felicidad?. Voy a hablar de cinco deseos que surgen de modo natural y espontáneo y que si los ayudamos a crecer pueden hacer madurar el corazón.

  1. El deseo de protección y de ternura: nacemos con el y por eso nos aferramos a los brazos de nuestros padres. Toda la vida necesitaremos sentirnos seguros y queridos. Pero este deseo al cumplir años ha de mantener un equilibrio para no hacer de nosotros personas excesivamente dependientes.
  2. El deseo de gustar. Al llegar la pubertad y la adolescencia surge con fuerza un “me gusta gustar”. No tiene una connotación negativa: todos necesitamos sentirnos valiosos y aceptados. Al mismo tiempo es importante que este deseo de paso al siguiente. Si no perderemos nuestra identidad y viviremos según lo que los demás esperan de nosotros.
  3. El deseo de querer y que me quieran, y convertir ese deseo en algo duradero y estable. Esta es una verdad originaria que hay que experimentar: descubrir que una persona puede ser el amor de mi vida.
  4. El deseo de transmitir vida: no en un sentido biológico sino de hacer que mi vida genere algo bueno, bello, las ansias de hacer algo grande…que supere mis propios gustos y contribuya a mejorar este mundo.
  5. El deseo de que alguien me comprenda hasta lo más íntimo y me acepte de modo absoluto; que me ayude a ser yo mismo y al mismo tiempo me haga ser mejor, sin herirme y sin querer cambiarme. Tenemos el deseo de un amor infinito. Sería injusto pedir a alguien que nos quiera así al igual que lo sería exigírmelo a mi mismo. Las personas somos deseos infinitos y a la vez limitados. Tenemos el deseo de un Interlocutor Absoluto: tenemos inscrito en nuestro ser el deseo de Dios.

Para que estos deseos estén bien orientados, nos ayuda el conocimiento de lo verdadero y una voluntad acostumbrada a hacer el bien. El deseo ha de recorrer un camino de la mano de la inteligencia y la voluntad hasta llegar a estar educado.

En La Divina Comedia, Dante es acompañado por Virgilio a la puerta del Paraíso y le dice: “Tu deseo ahora será tu conductor”. Para atravesar el camino de la vida, Dante había necesitado un guía experimentado, ahora para entrar en el Paraíso, es su libertad quien le va a guiar. Es una forma de decir: Ahora ya puedes dejarte llevar por tu libertad porque está orientada a la felicidad y al amor. Un deseo así se convierte en libertad.

Victoria Segura,

Profesora de Secundaria en el Colegio Orvalle

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